Luego de
matar a su amada en un ataque de celos, el escritor alzó su cuerpo y la trasladó
hasta el baúl de su automóvil para deshacerse de él. Arrancó y viajó un tiempo
que se le hizo eterno, porque sus oídos no dejaban de escucharla. Entonces,
desesperado, decidió entregarse. Y ahora entre las paredes del manicomio, el
escritor no puede dejar de escribir esas palabras y palabras, con las que el
espectro de su amada, una y otra vez, le dice a su mente enferma, que ella
nunca lo había engañado.
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