Muy
enfermo, bastante bebido y con su tristeza a cuestas, se sentó en el
atardecer en un banco de madera bajo un gran rosedal de su jardín que ella tanto
adoraba. Entonces cortó un tallo con una bellísima rosa roja y se la llevó al
pecho pensando que ella era su amada encarnada de rojo. De repente, aparecieron unas nubes oscuras en el cielo y como de la nada
comenzó a llover y miró hacia a arriba insistentemente sosteniendo la rosa,
como forma de protegerse con ella y permaneció
acostado bajo la lluvia sin poderse levantar, inmerso en los efectos del
alcohol.
Fue allí que recordó aquel día de verano que viajaba con ella por la ruta, cuando comenzó a llover torrencialmente y perdió el control del coche que salió a la banquina, dio dos vuelcos, hasta que lo frenó un árbol enorme. Cuando se despertó dentro del auto destrozado, se reincorporó como pudo y la buscó en medio de la incertidumbre, hasta que finalmente descubrió su blusa roja ensangrentada con su cuerpo sin vida tirado sobre el pasto. Y a partir de aquel momento la soledad y la tristeza inundaron por completo su alma.
Fue un vecino, quien después de unos días lo encontró muerto en el jardín. Estaba acostado sobre ese banco de madera bajo el rosedal y en sus manos aferraba la rosa roja que aún se mantenía radiante sobre su pecho. La tenía tan apretada, que las espinas del tallo se le habían incrustado en su carne y su sangre había producido el milagro de ser la savia para su amada rosa encarnada.
Fue allí que recordó aquel día de verano que viajaba con ella por la ruta, cuando comenzó a llover torrencialmente y perdió el control del coche que salió a la banquina, dio dos vuelcos, hasta que lo frenó un árbol enorme. Cuando se despertó dentro del auto destrozado, se reincorporó como pudo y la buscó en medio de la incertidumbre, hasta que finalmente descubrió su blusa roja ensangrentada con su cuerpo sin vida tirado sobre el pasto. Y a partir de aquel momento la soledad y la tristeza inundaron por completo su alma.
Fue un vecino, quien después de unos días lo encontró muerto en el jardín. Estaba acostado sobre ese banco de madera bajo el rosedal y en sus manos aferraba la rosa roja que aún se mantenía radiante sobre su pecho. La tenía tan apretada, que las espinas del tallo se le habían incrustado en su carne y su sangre había producido el milagro de ser la savia para su amada rosa encarnada.
Mención I Concurso de Cuento Breve Una Flor para Ti.
Incluido en el libro: Lluvia de versos.
Blog Tu Concurso Literario. España. Junio 2016.